Carnaval o cuaresma
El Carnaval es la fiesta más popular y alegre de cuantas figuran en el calendario de festejos. Chicos y grandes se disfrazan de la manera más extravagante y se cubren la cara con máscaras o antifaces. En esa temporada cada uno se viste con la figura que más le agrada o con la imagen de lo que siempre ha querido ser: ángel, demonio, bruja, egipcio, sultán, lobo, arlequín, rey, etcétera. Las calles se llenan de adornos multicolores y en cualquier parte estallan cohetes y fuegos artificiales. Se gastan bromas, a veces muy pesadas; se inician romances fortuitos o amistades cómplices de alguna travesura. Por la avenida principal desfilan los carros alegóricos que representan fantasías exageradas. Puede ser Neptuno con su corte de sirenas y delfines; Zeus acompañado de los dioses del Olimpo; Tarzán de los monos en la selva y, por supuesto, el carro de la reina del Carnaval y el del Rey Feo. Entre éstos caminan las llamadas comparsas, que son grupos de gente disfrazada que al mismo tiempo que desfila va representando una escena graciosa o ridícula: una mujer gordísima come un enorme pastel de cartón y su marido es un hombrecillo bajito y escuálido cuya expresión resignada hace estallar en carcajadas a los espectadores. Otros ejemplos de comparsa hacen alusión a algún personaje político que a la sazón esté figurando en vida pública, ya sea para bien o para mal. En la actualidad, las compañías privadas aprovechan estas fiestas populares para anunciar sus productos en algún carro alegórico o comparsa.
La fiesta del Carnaval procede de las antiguas Saturnales romanas y se celebra antes de la Cuaresma. Su nombre significa carnem levare, o sea, quitar la carne, y es la temporada que precede al ayuno de los días de Cuaresma. Antes de iniciar la abstinencia, el pueblo da rienda suelta a la alegría y a los festejos en los días de Carnaval.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
Tristemente hay gente que celebraba ambas cosas: el Carnaval y la Cuaresma. Sin embargo, lo hacen a su manera. En carnaval: máscaras, narices y bocas postizas. En cuaresma: compostura, devociones y cara sin vitalidad, pero quizá igual de postizas. Hasta resulta difícil saber cuándo han logrado disfrazarse mejor.
Ciertas personas viven tres días siendo, al cien por ciento, lo que de verdad son y luego, durante cuarenta días, se dedican a fingir lo que en realidad no son. Durante el carnaval, actúan con desenfreno, ocultando tras una máscara la vergüenza que les pone al rojo los mofletes. En la cuaresma logran dar la impresión de penitencia y religiosidad sinceras al andar medio cabizbajos en “ayunas”, al echarse encima la mantilla negra, o al sacar de vez en cuando el rosario a tomar el aire. Así que, en cuaresma, sin esconderse detrás de una careta, andan igual de enmascarados que en carnaval, pero aparentando lo que no son. Y, curiosamente, por esa hipocresía no parecen sonrojarse demasiado.
Una vez expuesto esto, tenemos que meditar y tomar una decisión de vivir coherentemente la vida Cristiana o vivir en dos aguas una vida de hipocresía. El Señor nos habla claro en su Palabra y nos dice en
Apocalipsis 3,16
«Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.»
Es hora de entender que en la vida o estamos con Dios o estamos con el diablo. Así que como dice la Palabra de Dios en
Deuteronomio 30,15
«Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia.»
¡TÚ DECIDES!