La homosexualidad y la Iglesia
Hablar de homosexualidad siempre causa controversias o en ocasiones se prefiere callar, a pesar de ser un tema que tiene un impacto en toda la sociedad, dándole preferencia a una minoría e ignorando a la mayoría, en donde se exige un derecho donde no existe, humillando a aquellos que tengan una opinión en contra o diferente, solo por satisfacer sus pasiones o instintos primarios. En esta ocasión se tratará el tema desde la perspectiva de la Iglesia Católica y a la luz de la Palabra de Dios, y mostrando con pasajes bíblicos en donde se muestra que por el simple hecho de cambiar el nombre no deja de ser pecado.
Muchos condenan a la Iglesia Católica por oponerse a estas “Ideas Modernas”, sin tomar en cuenta que este fenómeno existe desde hace miles de años, vemos por ejemplo que en los tiempos de Noe la humanidad fue condenada por este pecado entre otros a ser destruida, de igual manera las Ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas con azufre y fuego por caer en estas aberraciones.
*En la Biblia.*
No se conoce ni una sola palabra de Cristo sobre la homosexualidad, pero en cambio en las epístolas si tratan sobre este tema, veamos algunos de estos pasajes y observemos lo que dice:
*“¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios.” 1Co 6,9-10*
Dentro de este pasaje podemos observar que los que practiquen uno de estos pecados no heredaran el Reino de Dios, muchos de estos protestan debido a que no les interesa o no creen en Dios, por lo tanto, no consideran que han de perder algo. Veamos otro, *“teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y matricidas, para los asesinos, adúlteros, homosexuales, traficantes de esclavos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina,” 1Tm 1,9-10* Cada ser humano siempre lucha por tener su propia ley, sin importar lo que los demás opinan y mucho menos respetar los derechos de los demás, siempre y cuando se logre el fin que se busca, por ello es creada la ley para que todos aquellos que no están de acuerdo a vivir conforme a la voluntad de Dios, tengan en cuenta que han cometidos pecados y están fuera de la gracia de Dios.
Ahora bien, no les ha importado si con esos actos están desafiando las leyes de la naturaleza, han utilizado su cuerpo para funciones para las cuales no han sido creados, no tomando en cuenta lo que este pasaje de la Biblia dice:
*“En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; jactándose de sabios se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene:” Rom 1,18.22-28.* En este pasaje trata directamente el homosexualismo, tanto del hombre como de la mujer (lesbianas), condenado los actos que claramente se muestran en contra del orden natural de las personas.
No cabe duda que San Pablo considera los actos homosexuales como perversiones del orden natural instituido por Dios en la existencia humana. Es de recordar que toda practica sexual fuera de la institución del matrimonio establecido por Dios es una deformación del plan original de Dios.
A pesar de que estos grupos han intentado quitar este pecado de los escritos bíblicos, no lo han podido hacer y aunque lo llegasen a hacer la palabra salida de Dios no puede cambiarse, por lo tanto, sigue siendo pecado, aunque estos grupos no lo acepten.
*En la tradición de la Iglesia.*
Se enumerarán algunos textos de los inicios de la Iglesia Católica, que ya tratan sobre la homosexualidad.
Filón de Alejandría es uno de los primeros en tratar este tema alrededor de 50 años después de Cristo, y lo explica en sus documentos como un pecado contra natura.
San Agustín en su escrito Confesiones en el libro 3 capitulo 8 dice: *“Pero ¿acaso podrá señalarse algún tiempo o lugar donde se tenga por malo o se dé por cosa injusta el amar a Dios de todo corazón, con toda el alma y con todas sus potencias, y el amar cada uno a su prójimo como a sí mismo? Por eso todas aquellas maldades que son contra la naturaleza, en todas partes y en todos tiempos son abominables y dignas de castigo, como lo fueron las de los habitantes de Sodoma. Y aunque todas las gentes del mundo se conformaran en cometer aquellas maldades, no por eso dejarían de ser reos del mismo delito y pena, atendiendo a la justicia y ley divina, por cuanto Dios no formó a los hombres para que usasen de sí tan torpemente los unos de los otros. Y así se deshace y se rompe aquella íntima unión y sociedad que debemos tener entre nosotros y Dios, cuando se mancha con el uso perverso de la concupiscencia carnal aquella misma naturaleza que le tiene y reconoce por su Autor.”*
Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica II-II cuestión 154 artículos 11 y 12, trata el tema de los actos homosexuales en relación contra los pecados contra la templanza, especialmente la lujuria, y los describe como “actos contra la naturaleza”
*Doctrina Reciente de la Iglesia*
Los documentos más importantes de la Iglesia en los últimos años con relación a la homosexualidad, son:
1. La Declaración «Persona Humana» sobre determinadas cuestiones de ética sexual, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 29 de diciembre de 1975. Afirma que todos los actos homosexuales van contra la naturaleza y son gravemente pecaminosos. El documento distingue entre homosexuales de tendencia, y homosexuales incurables cuya culpabilidad debe ser «juzgada con prudencia». Esta declaración suscitó una gran polémica entre los teólogos.
2. Las Orientaciones educativas sobre el amor humano de la Congregación para la Educación Católica, del 1 de noviembre de 1983. Sostiene que si bien las relaciones homosexuales según el orden moral objetivo son actos privados de su regla esencial e indispensable (n. 101), es necesario distinguir sus causas y sus factores fisiológicos y psicológicos y valorar elementos de orden diverso (n. 102).
3. La Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre el cuidado pastoral de las personas homosexuales, de la Congregación de la Doctrina de la Fe, del 1 de octubre de 1986. Hace una distinción entre comportamiento homosexual y tendencia homosexual y reafirma el juicio negativo, en el plano objetivo, del comportamiento homosexual calificándolo de intrínsecamente malo. La tendencia homosexual, aunque no es en sí pecado, sí es objetivamente desordenada (n. 3). Pide un programa pastoral auténtico que ayude a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual y se deplora toda violencia o falta de respeto por su dignidad como personas.
La misma Congregación de la Doctrina de la Fe el 24 de septiembre de 1992 publicó en L’Osservatore Romano, p. 4, «Algunas consideraciones como respuesta a la propuesta de ley sobre la no-discriminación de las personas homosexuales», en la que repite que la homosexualidad es un desorden objetivo y que no se puede admitir un «derecho a la homosexualidad».
4. El Catecismo universal de la Iglesia católica, aprobado el 11 de octubre de 1992 por San Juan Pablo II, afirma que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados (n. 2357), pero que las personas con tendencias homosexuales instintivas deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza (n. 2358) y también ellas están llamadas a la castidad y a la perfección cristiana (n. 2359).
5. El documento Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia, del Pontificio Consejo para la Familia, del 8 de diciembre de 1995, afirma que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley natural y que para la mayoría de las personas con tendencias homosexuales «tal condición constituye una prueba». Contempla la posibilidad de una terapia y pide respeto y no discriminar a las personas homosexuales (n. 104).
6. El Parecer sobre la Ordenación de las personas homosexuales, de la Congregación para el Culto Divino, del 16 de mayo del 2002, sostiene que la ordenación al diaconado o presbiterado de hombres homosexuales o con tendencia homosexual es absolutamente desaconsejable e imprudente y, desde el punto de vista pastoral, muy arriesgada. Una persona así no es idónea para recibir el sacramento del Orden sagrado.
La Iglesia enseña el primado de la persona humana sobre su sexualidad: «Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1, 27). No se puede olvidar que en el ámbito de lo humano la unidad está primero que la diferencia, en el sentido de que es mucho más lo que hombre y mujer comparten en común que lo que los diferencia. Lo humano aparece desde el comienzo como la unidad en la que se realiza la diferencia.
De lo anterior se deduce que la primera vocación de la persona humana, por ser creada a imagen de Dios, es responder a ese acto de amor creativo de Dios, manifestado más tarde como filiación divina, o en otras palabras, responder a la «vocación a la santidad» (Lumen Gentium, n. 40), de la cual ninguno está excluido, sea heterosexual u homosexual, hombre o mujer, enfermo o sano; como tampoco nadie está exonerado de la ley moral, natural y evangélica, norma suprema de la vida humana (Dignitatis humanae n.3) que es guía para esa vocación a la santidad y que se convierte en exigencia de libertad.
Creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano fue creado hombre y mujer. La sexualidad se presenta como constitutivo esencial de la persona humana creada por Dios (Orientaciones educativas sobre el amor humano, n. 4) y por lo tanto participa de la dignidad, de los valores y de los atributos de ésta.
La sexualidad llega a ser, entonces, don y acogida del otro, (Gaudium et Spes, n 49) y de esta manera el cuerpo reviste un profundo sentido comunicativo, llega a ser lenguaje del amor, «signo sacramental de la comunión de los esposos», en palabras de San Juan Pablo II (1983, 43-44). Mediante la recíproca donación matrimonial los cónyuges cooperan con Dios en la transmisión de la vida. Para los bautizados esta relación única ha sido elevada por Cristo a la dignidad de sacramento, y de este modo se comprende la grandeza de la vocación cristiana a la paternidad y a la maternidad.
Lo anterior no quiere decir que una persona homosexual no pueda tener una fuerte vida espiritual y servir al prójimo, es decir, responder a su vocación a la santidad. Lo puede y lo debe hacer. La Iglesia lo invita a ello y da las normas pastorales para que se le facilite el camino.