La Iglesia y la masonería
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Por: Alejandra Duffoo
Se cuenta, probablemente como una leyenda, ya que no existen pruebas sobre ello, de que la llamada Masonería Operativa tuvo su inicio en el siglo XIII y la conformaban los constructores medievales de catedrales. De ahí el nombre “masón” que significa albañil en inglés y francés. Sin embargo, la Masonería Especulativa, surge con la idea de que esta organización es un taller de arquitectura interior de las personas. La Gran Logia se funda en Londres por el año 1717 y más adelante, en el año 1723 se publica la primera edición de lo que se conoce como las Constituciones de Anderson, que son hasta la actualidad la carta magna de la masonería universal.
Esta masonería anglosajona original era deísta, es decir creía en un creador del universo. Pero, afirmaba que “el gran arquitecto del universo”, como le llaman, creó el mundo y posteriormente lo abandonó. No creen en un Dios personal. Por otro lado, más adelante, cuando la Masonería se estableció en Francia, pasó allí a llamarse francmasonería, y tuvo como ideario a la Ilustración, la cual etiquetaba a las religiones como irracionales y supersticiosas. De ahí se puede deducir que el pertenecer a la Gran Logia es totalmente incompatible con el cristianismo, y el catolicismo, más específicamente.
La Información acerca de sus rituales de iniciación se ha recopilado por personas que han dado sus testimonios luego de pertenecer a esta organización. Es una asociación sincretista y sumamente ocultista. El iniciado desconoce las revelaciones que le serán dadas a lo largo del tiempo. Esto es totalmente contrario a la verdad que se nos revela en el cristianismo. Para nosotros, la verdad está ahí, disponible y al alcance de todos, sin ningún tipo de ocultismo.
El masón de primer grado («Aprendiz») jura: «No revelaré ninguno de los secretos de la masonería, bajo pena de que me corten el cuello». El masón de segundo grado («Compañero») jura: «No revelaré jamás ninguno de los secretos de la masonería a los que no son masones, ni siquiera a los Aprendices, y esto bajo pena de que me arranquen el corazón y de que mi cuerpo sea arrojado a los cuervos». Esto resulta en una total doble moral ya que la Gran Logia pregona la libertad absoluta, pero exige juramentos iniciáticos e impone normas extremadamente estrictas como jurar bajo pena de muerte. Es perturbante y sospechoso el ser forzado a jurar no revelar secretos aún desconocidos. ¿Y si se descubre más adelante que el propósito va en contra de tus principios?
Por otro lado, la postura de la Iglesia se rige por el C.I.C. promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1.983, en su Canon 1.374: «Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho».
Ahora, la pregunta es: ¿la masonería maquina contra la Iglesia Católica?
La Masonería tiene una jerarquía de 33 grados. En cada grado se van adquiriendo conocimientos nuevos, no todo es revelado apenas una persona se inicia en la masonería. Especificamente, cuando se alcanza el grado 30, llamado «Kadosh» o “Caballero de Águila Blanca y Negra”, se debe pisar la tiara papal y la corona real, simbolizando el repudio a sus mayores enemigos, la Iglesia y el estado. La denuncia de este rito masónico se dio en 1918, por la Catholic Encyclopedia. Entonces se jura liberar a la humanidad «de las ataduras del despotismo» (que se refiere, sobre todo a la Iglesia católica). Es más que claro, que ellos consideran que la Iglesia es tiránica.
Justamente ese gran ocultismo, es uno de los motivos por los cuales la Iglesia ha condenado a la masonería, además del juramento que garantizaba ese carácter oculto de sus actividades. Además, viola el primer mandamiento ya que no aceptan al Dios trino, único y verdadero. Estas verdades son escondidas a los masones, y son reveladas en los grados más avanzados. El historiador madrileño Ricardo de la Cierva, uno de los principales expertos mundiales en masonería, concluyó que “los masones, sobre todo al principio de ingreso en la orden, son sistemáticamente engañados por la masonería. Los masones reciben una serie de engaños hasta que al final se les desengaña, pero ya en los últimos grados.” Y además indicó que “la Masonería ha intentado con enorme insistencia proclamar que tan sólo es una fraternidad que realiza buenas obras. Tiene a mucha gente dedicada a que no se sepa la verdad que se esconde tras esa fachada.”
La Masonería no se define a sí misma como una religión, sin embargo no parece desentenderse de ella. A los ojos del mundo, se ha definido a sí misma como una sociedad filosófica, filantrópica y simbólica, cuidando una cierta discreción y es, además, una orden totalmente ritualizada. Se define como “Discreta” para encubrir lo ocultista de su carácter, debido a sus “revelaciones filosóficas”. Esta filosofía contradice a cualquier religión que se rija por una verdad, ya que su filosofía es ciertamente relativista, ya que la razón humana puede variar de acuerdo a culturas, conveniencia y formas de enfocar las cosas.
En el año 1738 Clemente XII escribió IN EMINENTI, la primera encíclica contra la Masonería. Desde entonces ha estado prohibido para los católicos entrar en la Masonería.
Desde ahí en adelante, otros documentos papales han expuesto este mismo criterio por los papas:
Benedicto XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI, Pío IX y León XIII.
Debe quedar claro, por lo tanto, que no es compatible la pertenencia a la Iglesia Católica y al mismo tiempo a la masonería. En abril de este año 2017, Monseñor Claudio Giménez, el obispo de Caacupé en Paraguay, nos recordó desde su basílica que “no se puede ser masón y seguir comulgando, no se puede ni se debe ser masón y católico a la vez” y que, además, “La iglesia no ha derogado esa ley.”