La inquisición
Una breve historia_
Cuando hablamos de las culpas pasadas de los miembros de la Iglesia católica, lo primero que nos viene a la mente es la Inquisición, el tribunal eclesiástico instituido a partir del siglo XIII para juzgar los casos de herejía.
A pesar de estar a siglos de distancia de los acontecimientos, es natural que el tema suscite polémicas y afloren las pasiones, y las personas se identifican con uno u otro lado de los conflictos de entonces.
Creyendo necesario poner el dedo en esa “llaga” histórica, el papa Juan Pablo II apuntó la necesidad de un juicio con objetividad crítica, motivo por el cual el Vaticano organizó en 1998 un simposio con _diversos investigadores y expertos, católicos y no católicos_, para que juntos debatiesen cuestiones históricas acerca de la Inquisición.
Primero, es preciso establecer una precisión de términos: sería más correcto hablar de Inquisiciones, en plural, teniendo en cuenta que después del siglo XV, en Europa había tres inquisiciones en funcionamiento: la Inquisición Portuguesa, la Inquisición Española y el Tribunal del Santo Oficio Romano.
Estos tres tribunales tienen su origen en el tribunal eclesiástico instituido por el papado en el siglo XIII. Para entender mejor la cuestión, es preciso volver a los tiempos del Imperio Romano.
Cuando el emperador Constantino se convirtió al cristianismo y dio libertad de culto a los cristianos en el año 313, su política religiosa no era muy distinta de sus antecesores. Los emperadores romanos precedentes habían tolerado los cultos jurídicamente lícitos, pero favorecían personalmente los cultos de sus preferencias. Constantino toleró los demás cultos, concediendo al clero de la Iglesia cristiana los mismos privilegios que el Imperio ya condecía a los sacerdotes paganos.
Con todo, los Padres eran contrarios a la ejecución de los herejes, y las querellas doctrinales de la época, por más acaloradas que fueran, aún no tenían el carácter tumultuoso que marcaría los grandes movimientos heréticos de la época feudal.
Hacia el siglo XI comienzan a surgir en los reinos feudales de Europa los primeros procesos eclesiásticos para juzgar herejías. Dirigidos por los obispos locales, esos procesos imponían solamente penas espirituales a los procesados: penitencias, excomuniones, etc.
En esa misma época, tenemos noticia de las primeras ejecuciones de herejes en la hoguera por el poder secular, ordenadas por el rey Roberto I de Francia. Es preciso, con todo, observar que, a partir de ese período, los movimientos heréticos adquieren un carácter de mayor contestación social, en la medida en que se presentan muchas veces como adversarios de la jerarquía, tanto del clero, como de los reyes y señores feudales. Así, la herejía ya no era sólo un problema únicamente interno de disciplina eclesiástica, sino también un problema de orden público.
El caso más significativo de ese nuevo tipo de movimiento herético era el catarismo, surgido en el sur de la actual Francia. Predicaban una doctrina maniqueísta (habría dos dioses: el bueno, creador de las cosas espirituales, y el malo, creador de las cosas materiales).
Los cátaros consiguieron, entre los siglos XII y XIII, el apoyo de algunos señores feudales del Languedoc, actuando muchas veces de forma violenta contra la jerarquía eclesiástica o contra los que no seguían sus doctrinas.
La primera acción represiva por parte del papado vino con el decreto Ad Abolendam, del papa Lucio III, en 1184: el pontífice romano exhortaba a los príncipes seculares a combatir las herejías en sus territorios.
El crecimiento del catarismo en otras regiones de Europa, así como la confusión existente acerca de las atribuciones de los poderes eclesiástico y secular en los casos de herejía, se agravó en el siglo XIII, al establecer el emperador germánico Federico II (entonces enemigo del papado por cuestiones políticas acerca de Italia) leyes contra los herejes.
Como forma de centralizar las cuestiones jurídicas de herejía, el papa Gregorio IX estableció en 1231 el Tribunal de la Santa Inquisición, reglamentando los inquisidores papales que habían sido instituidos anteriormente.
Así, el papado afirmaba que, aunque la aplicación de las penas incumbiera al poder secular, este no tenía competencia para juzgar en materia de doctrina, definiendo lo que era herético o no.
La Inquisición era un tribunal eclesiástico, formado por clérigos y religiosos (aunque en algunos períodos también existiesen inquisidores laicos) con jurisdicción únicamente sobre los bautizados católicos. Ese tribunal buscaba investigar casos de herejía dentro de la Iglesia, principalmente a los heresiarcas (herejes que difundían y propagaban sus herejías).
Trataba de imponer las penas espirituales (penitencias, excomuniones, interdictos), mientras que en los casos más graves, entregaba a los reos al brazo secular, que aplicaba las penas físicas y materiales (confiscación de bienes, demolición de la casa o muerte).
El esquema montado por el tribunal estaba centrado en buscar la confesión del reo y su arrepentimiento, contrariamente al sistema más común en los medios seculares de la época, donde existía el llamado “duelo judicial” (las dos partes se batían en duelo y el ganador era automáticamente el vencedor de la causa jurídica).
Incluso con la autorización del uso del castigo físico (aplicado por la autoridad secular) por el papa Inocencio IV en la bula Ad Extirpanda, este era limitado en duración y formas (se prohibían las mutilaciones, las fracturas y el derramamiento de sangre), además de ser obligatoria la presencia de un médico en las sesiones.
El método más utilizado para obtener la confesión de los reos, sin embargo, era el interrogatorio (los manuales de inquisidores enseñaban a obtener confesiones sólo mediante la conversación con el reo).
Algunos teólogos de la época justificaban la utilización de penas físicas a los herejes no en virtud de sus creencias (pues la Iglesia siempre consideró que no se puede convertir a la fuerza), sino por causa del peligro de que llevasen a otros a creer en sus herejías, y de sus acciones violentas de perturbación del orden, lo que daba al poder secular pleno derecho de actuar (algunos grupos, como los cátaros, cometían asesinatos en nombre de sus creencias heréticas).
En la Edad Media, la Inquisición no actuó en toda Europa, su acción se limitó más a Francia, Italia, el Sacro Imperio Romano (Alemania, Austria, Bohemia) y Aragón. A finales del siglo XV, el rey Fernando II de Aragón (que había unido su reino a los de Castilla y León mediante el matrimonio con la reina castellana Isabel I) consiguió del papa Sixto IV la institución de un Tribunal inquisitorial en el resto de España.
Este era dirigido por un inquisidor general, nombrado generalmente por el rey (recordemos que la Inquisición papal tenía su propio Gran Inquisidor, nombrado por el papa). En Portugal, en el siglo XVI, el rey Juan III también consiguió una institución parecida. Estos dos tribunales, más tarde, acabaron transformándose en instrumentos de favorecimiento del absolutismo de sus monarcas.
El absolutismo monárquico concebía una unidad del reino identificada con la unidad religiosa: así, los monarcas ibéricos buscaron expulsar o convertir por la fuerza a la población judía y musulmana de sus reinos.
Bautizados por la fuerza o por presión, estas personas pasaban a integrar jurídicamente la Iglesia, entrando, por tanto, dentro del alcance inquisitorial. Esto provocó una gran persecución – especialmente a los judíos – en los reinos ibéricos y en parte de sus colonias.
Procedimientos semejantes fueron adaptados por reinos, príncipes y autoridades ciudadanas de las diferentes vertientes de la Reforma protestante. En ese sentido, algunos autores hablan de *“Inquisición protestante”* aunque hay que tener en cuenta que las configuraciones jurídicas e institucionales de éstas eran distintas de las inquisiciones católicas.
Con el Concilio de Trento, a finales del siglo XVI, el papado reorganizó la Inquisición papal, que pasó a llamarse Tribunal del Santo Oficio. Incluso después de la desvinculación de los poderes seculares de la acción inquisitorial – y la abolición de las inquisiciones en Portugal y España en el siglo XIX –, el Santo Oficio continuó trabajando en las cuestiones doctrinales de la Iglesia, estableciendo las sanciones y penas espirituales, ya no como un tribunal eclesiástico, sino como un dicasterio de la Curia Romana.
El papa Pablo VI renombró este dicasterio como Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Habiéndose transformado en la Edad Moderna en instrumento político, la Inquisición perdía la razón de ser con la desaparición de los movimientos herejes conturbados del período feudal, y con el estancamiento del elemento cruento de las contiendas entre católicos y protestantes después del siglo XVIII.
_¿Es posible hacernos un juicio moral sobre los acontecimientos relativos a la Inquisición?_ Si, guardando las debidas proporciones contextuales.
Por un lado, es comprensible que la herejía se afrontara como problema de orden público en la Edad Media por el carácter violento de muchos movimientos heréticos, y que los inquisidores se vieran como defensores de su rebaño.
Por otro lado, hay que admitir que, en muchos casos, los implicados en los procesos inquisitoriales actuaron de forma contraria a los principios cristianos, desviando el proceso en algo que, en la práctica, se convertía en un intento de conversión forzada.
El equilibrio entre preservación de la doctrina y la disciplina eclesiástica y la tolerancia en la convivencia social con la disidencia religiosa era difícil de medir en tiempos en los que las cuestiones religiosas y políticas se mezclaban no sólo en la esfera de los principios, sino también a nivel institucional. [1]
*La Inquisición no nace contra el pueblo sino para responder a una petición de éste.*
En una sociedad preocupada sobre todo por la salvación eterna, el hereje es percibido por la gente (comenzando por la gente corriente y analfabeta) como un peligro, del mismo modo que en culturas como la nuestra, que no piensan más que en la salud física, se consideraría peligroso a quien propagase enfermedades contagiosas mortales o envenenara el ambiente.
Para el hombre medieval, el hereje es el Gran Contaminador, el enemigo de la salvación del alma, la persona que atrae el castigo divino sobre la comunidad. Por lo tanto, y tal como confirman todas las fuentes, el dominico que llega para aislarlo y neutralizarlo, no se ve rodeado de «odio», sino que es recibido con alivio y acompañado por la solidaridad popular.
Entre las deformaciones más vistosas de cierta historiografía está la imagen de un «pueblo» que gime bajo la opresión de la Inquisición y espera con ansia la ocasión de liberarse de ella. Pero ocurre justamente lo contrario; si a veces la gente se muestra intolerante con el tribunal, no es porque sea opresivo sino todo lo contrario, porque es demasiado tolerante con personas como los herejes que, si hemos de atender a la _vox populi_, no merecen las garantías y la clemencia de la que los dominicos hacen gala.
Lo que en realidad querría la gente es acabar con el asunto deprisa, deshacerse sin demasiados preámbulos de aquellas personas para las que los jueces de sayo multiplican las garantías legales.
Antes de la propagación protestante del siglo XVI, entre la proliferación de movimientos herejes medievales, existe uno solo que parece afectar a amplias capas populares de algunas zonas; se trata del de los cátaros albigenses cuya erradicación exigió una «cruzada» especial en Provenza. Pero, tal como recuerda el mismo Le Goff, el liderazgo albigense no fue asumido por el pueblo, sino por la nobleza de la Francia meridional que, mediante la propaganda o la coacción, contribuyó a que la herejía se extendiera al pueblo. Y fue por un motivo bien poco religioso, según confirma el historiador: _«La nobleza ansiaba rebelarse contra la Iglesia, porque aumentaba los casos de imposibilidad de matrimonio por consanguinidad, provocando la consiguiente subdivisión de los dominios territoriales de la aristocracia.» En una palabra, lo que querían era casarse en familia para no desprenderse de sus bienes._
Pero veamos el párrafo sacado de La Civilización del Occidente Medieval [3]: «Una revuelta popular en Verona acaba cruelmente con el primer «mártir» dominico: san Pedro, llamado precisamente, Mártir, y la propaganda de la orden difunde su imagen con un cuchillo clavado en el cráneo», dice textualmente Le Goff.
Resulta sorprendente; el futuro santo nace, efectivamente, en Verona, pero lo matan el 6 de abril de 1252 en Brianza, cerca de Meda, exactamente en un lugar boscoso denominado Farga, cuando viajaba de Como a Milán en compañía de otro religioso, al que también asesinaron. Por lo tanto, Verona no tiene nada que ver, porque no fue allí donde murió.
Tampoco tiene nada que ver una presunta «revuelta popular». Nombrado inquisidor por el Papa mismo, para luchar contra la herejía «patarina» o «cátara», Pedro fue asesinado en una emboscada que le tendieron en el bosque dos de esos herejes. Los dos asesinos se arrepintieron espontáneamente de su acción y acabaron entrando en la orden de los dominicos.
Esta conversión fue determinada, entre otras cosas, por la reacción popular al homicidio; precisamente el pueblo que, según Le Goff, se habría sublevado para acabar cruelmente con el «malvado inquisidor», le tributa de inmediato uno de los más extraordinarios triunfos de devoción que recuerde la historia de la santidad. Milán, que acudía en masa a escuchar sus sermones, se echó a la calle al enterarse de que llegaba su cuerpo y acto seguido se entrega a un culto de tal alcance que son las mismas autoridades laicas de la ciudad las que envían una delegación al Papa para que sea reconocida la santidad de Pedro.
A la comisión creada por Inocencio IV para indagar sobre la _vox populi_ le basta muy poco para tomar una decisión porque el 9 de marzo de 1253, es decir, apenas once meses después de su muerte, Pedro, el inquisidor, es inscrito en el catálogo de mártires y luego en el de santos. Es tal el reconocimiento de los milaneses que, gracias a una suscripción popular, en Sant’Eustorgio se construye un monumento sepulcral que se encuentra entre una de las obras maestras del gótico italiano.
En cuanto a la imagen «con un cuchillo clavado en el cráneo», como dice Le Goff, se puede decir que todas las crónicas contemporáneas refieren que Pedro fue asesinado precisamente con un golpe de falcastro, nombre que le dan los documentos antiguos al arma parecida a una guadaña, que le encuentran clavada en mitad de la cabeza. Nada tiene que ver pues «la propaganda», se trata simplemente del respeto a una realidad histórica.
_Vladimir J. Koudelka_, historiador dominico contemporáneo, escribió: «No debemos maravillarnos si en los historiadores modernos encontramos afirmaciones falsas sobre este santo.» No, no nos maravillamos, sabemos muy bien que san Pedro mártir está ligado a la palabra inquisidor, que parece justificar todo tipo de imprecisiones históricas.
*Inquisidores*
En un artículo de fondo de Indro Montanelli leemos: «La del chivo expiatorio era la técnica utilizada por la Inquisición en los siglos oscurantistas, cuando al populacho exasperado por alguna peste o carestía se le indicaba alguna bruja o algún untador, o presunto culpable de extender la peste, para que sobre ellos desahogara su rabia enviándolos a la hoguera.» [4]
Montanelli tiene muchos méritos, porque cultiva con lealtad y, a menudo, con valentía, el arte del inconformismo. Pero por desgracia, en este caso él también cae en un conformismo de manual «laico, democrático y progresista».
En efecto, todo aquel que conozca la verdadera historia sabe que ocurría exactamente lo contrario; la Inquisición no intervenía para excitar al populacho sino, al contrario, para defender de sus furias irracionales a los presuntos untadores o a las presuntas brujas. En caso de agitaciones, el inquisidor se presentaba en el lugar seguido por los miembros de su tribunal y, con frecuencia, por una cuadrilla de sus guardias armados. Lo primero que hacían estos últimos era restablecer el orden y mandar a sus casas a la gente sedienta de sangre.
Acto seguido, y tomándose todo el tiempo necesario, practicando todas las averiguaciones, aplicando un derecho procesal de cuyo rigor y de cuya equidad deberíamos tomar ejemplo, se iniciaba el proceso. En la gran mayoría de los casos y tal como prueban todas las investigaciones históricas, dicho proceso no terminaba con la hoguera sino con la absolución o con la advertencia o imposición de una penitencia religiosa.
Quienes se arriesgaban a acabar mal eran aquellos que, después de las sentencias, volvían a gritar: «¡Abajo la bruja!» o «¡Abajo el untador!».
Como se ve, en este caso*la verdad histórica tampoco cuenta para nada cuando se trata de difamar el presente o el pasado católicos.* [2]
*La Inquisición Protestante*
En “Biblia y tradición” nos cuentan sobre el tema en varios puntos, vamos a resumir cada uno de estos puntos para ver de una forma más simple el tema.
_La intolerancia protestante: introducción y visión general._
Algunos afirman que la reforma protestante fue un movimiento que favoreció la libertad intelectual, cosa que para luteranos y calvinistas es cierta, pero ello provoco la eliminación de la Iglesia Católica y todo lo que encontraban en su camino.
Los reformadores como Lutero, Beza y Calvino fueron tan intolerantes como ellos decían que era la Iglesia Católica.
Lutero, Calvino, Beza, Knox, Cramer y Ridley apoyaron y defendieron el derecho de los gobernantes civiles a perseguir a los herejes, así les quitaban sus enemigos…
Muchos inconformes escaparon de Inglaterra e Irlanda a las Américas donde cuando fueron lo suficientemente fuertes, en lugar de aprender con su sufrimiento a ser tolerantes, fueron especialmente intolerantes con la sociedad de Amigos (Cuáqueros) los cuales tomaron la posición de perseguidores.
En 1691 un nuevo régimen trajo a Baltimore, cuidad que acogió a los inmigrantes ingleses, (incluso los católicos), la clausura de las iglesias católicas y se le prohibió la enseñanza en público.
Desde 1718 hasta que estallo la revolución los católicos de Maryland fueron quitados de los actos públicos.
En 1789 la intolerancia religiosa protestante era incontable.
_La división protestante y las mutuas animadversiones._
El protestantismo es una religión que hace hincapié en el individualismo y en la conciencia, la magnanimidad y la coexistencia pacífica… en sus inicios.
Lutero dijo que Zwinglio era un gran codicioso, que sus seguidores luchan contra Dios y los sacramentos.
Lutero también decía sobre Butero y sus seguidores que pensaban mucho en ellos mismos, lo cuál era causa de herejías.
Calvino también opino sobre Lutero y sus seguidores. Dijo sobre Lutero que era firme pero también obstinado, nada estaría a salvo de la ira de Lutero.
También dijo “Estoy cuidando que el Luteranismo no entre en Francia. El mejor medio para frenar al malvado sería publicar mi sentir respecto a él”
Lutero también opinaba que los Protestantes son unos herejes y apóstatas y siguen sus propias ideas, por su maldad inventando nuevas formas y métodos en lugar de continuar con la tradición de la cristiandad.
_El saqueo como un agente de la revolución religiosa_.
Este 1536-40 se empezaron a saquear los bienes de la iglesia. Esto abrió las puertas a los príncipes para robar los bienes de conventos y monasterios en muchas partes de la cristiandad (Escandinavia, Isla Británicas, Holanda, Alemania, Suiza).
Con la rebelión espiritual de Lutero se desato la avaricia de los gobernantes y estos rompieron el tutelaje del Papa apropiándose de iglesias y de su riqueza.
_La erradicación sistemática del Catolicismo_.
Lutero se complacía con la expulsión de los católicos. Melanchthon favorecía los castigos corporales a los cristianos. Zwinglio decía que se tenía que aniquilar a obispos y sacerdotes.
*Los estados protestantes no cuestionan que las enseñanzas de otras religiones tengan que estar prohibidas, simplemente que los ciudadanos que no acudan a sus iglesias deben ser castigados.*
_Radicalismo violento y la revolución protestante._
Lutero dijo… “Si tuviera a todos los Frailes Franciscanos en una sola casa, le prendería fuego”.
También dijo Lutero… “Es una obligación vencer al Papa usando la fuerza.”
Zwinglio dijo que la masacre de obispos era necesaria para purificar el Evangelio.
_Muerte y tortura para católicos, protestantes disidentes y judíos._
Lutero también dijo… que todo el que enseña contradicciones fundamentadas en las escrituras y son creídos por los buenos cristianos deben ser castigados como blasfemos y las autoridades deben castigar a esos blasfemadores.
Como hemos dicho con anterioridad los primeros protestantes pedían libertad religiosa, pero lo primero que hacían era prohibir las misas y obligar a asistir a sus cultos reformados a todos los ciudadanos.
Refiriéndonos a la Inquisición Protestante podemos referirnos a los siguientes actos, entre otros.
*-* Masacre en el siglo XVI de los monjes de la Abadía de San Bernardo de Bremen
*-* 1535 son ahorcados seis monjes cartujos y el Obispo de Rochester.
*-* Enrique VIII quema a miles de católicos y anabaptistas, heredando su hija María el título de “María la Sanguinaria”.
*-* Calvino ordena la quema de Juan Server, descubridor de la circulación de la sangre en Ginebra.
*-* Enrique VIII persiguió en Irlanda más de 1000 monjes Dominicos, de los cuales solo dos sobrevivieron.
*-* Durante el reinado de Isabel Tudor se torturaron y ejecutaron Jesuitas.
*-* 1652, el Parlamento Ingles decreta que los sacerdotes romanos deben ser colgados, decapitados, desmembrados, quemados y su cabeza se debe exponer en un lugar público.
*-* En la Alemania Luterana los Anabaptistas eran introducidos en sacos que se cosían y después se tiraban al rio.
*-* En Escocia, en tiempos de Juan Knox, en seis años fueron quemadas más de 1000 mujeres acusadas de hechicería.
……………… [5]
*Fuente:*
[1] Rafael de Mesquita Diehl, profesor e historiador formado por la Universidade Federal do Paraná (UFPR) y profesor de la misma universidad.
[2] LEYENDAS NEGRAS DE LA IGLESIA – VITTORIO MESSORI
[3] La Civilización del Occidente Medieval – Le Goff: Historiador medievalista y escritor francés especializado sobre todo en los siglos XII y XIII.
[4] Indro Montanelli fue un periodista, escritor e historiador italiano.
[5] Biblia y Tradición – EXTRA ECCLESIAM NULLA SALUS
[6]Conozca primero su Fe Catolica – P. Pedro
*Glosario.*
_Dicasterio: Los Dicasterios están formados por el Cardenal Prefecto o un Arzobispo Presidente, por una asamblea de Padres Cardenales y de algunos Obispos, con la ayuda del Secretario.