Antes y después de Jesús, II Parte
Parte II: La Antigua Alianza y la Nueva Alianza
Por Alejandra Duffoo
En la primera parte de este tema nos centramos en Jesús y en Su misión; y podríamos concluir con que toda la revelación de Dios se basa en Él. La escritura lo anunciaba desde el antiguo testamento porque Él es el centro, el alfa y el omega. Debemos resaltar, nuevamente, que las puertas del cielo se cerraron para toda la humanidad desde el pecado original con Adán y Eva. Cristo llega a salvar a vivos y muertos, y se nos abren las puertas del cielo. Por esa razón, en el antiguo testamento no encontraremos la intercesión de los santos. Ellos no tenían ningún tipo de acción despues de muertos porque aún no entraron en la presencia de Dios, ya que nadie precedió a Jesús en el cielo. Después de Él vienen los intercesores porque el velo que nos separaba de Dios, se rompió. En el Nuevo Testamento, con la llegada del Hijo de Dios, tenemos la NUEVA ALIANZA. Mediante el bautismo quedamos unidos con Él, somos UNO con Cristo: cada uno formamos parte de su cuerpo (1 Corintios 12:12-27). Cuando morimos en gracia quedamos UNIDOS a Él eternamente.
Dios se reveló a su pueblo y realizó dos alianzas. La primera la encontramos en el antiguo testamento, y fue aquella que Dios realizó con Abraham y Moisés. La segunda alianza, sin embargo, fue realizada por Dios Hijo, Jesucristo. La realización de estas alianzas las podríamos comparar con las etapas de aprendizaje de una persona. De acuerdo a la edad y madurez, ella irá recibiendo conocimientos; en este caso el pueblo de Dios, fue instruido por el Señor poco a poco de acuerdo a la época y circunstancias que vivían. En la etapa inicial del pueblo de Dios, nuestro Señor realiza una alianza con Abraham, la cual fue hecha para edificarlos y prepararlos para recibir Su revelación. De esta forma, Dios se compromete con ellos y los exhorta a practicar buenas obras. Más adelante se da la alianza con Moisés, que es la etapa en donde el pueblo de Dios necesitaba una “renovación de votos”. El pueblo se comprometió a cumplir la ley de Dios, y el Señor reafirmó las promesas que realizó a Abraham.
Y por último, tenemos a la Nueva Alianza, que es aquella que realizó Jesús. Cristo la revela en la última cena cuando dice: Esto es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. (Mateo 26, 28)
Dice el CIC en el numeral 762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cf Ex19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). «Jesús instituyó esta nueva alianza».
Podemos notar el entrenamiento que recibió el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento con la antigua alianza, que se veía reflejado en los sacrificios que la gente realizaba como reparación de los pecados que nos lleva finalmente a la Última Cena en donde Dios mismo se ofrece en sacrificio, derramando su sangre para la Nueva Alianza. Este acto se lleva a cabo a través de su ofrecimiento por amor a la humanidad.
En las pascuas judías, que se realizaban en memoria del Éxodo, el pueblo ofrecía un banquete de sacrificio, expresando gratitud a Dios por las bendiciones que recibían, y lograban así entrar en comunión con Él (1 Cor 10, 18-21). Con la Eucaristía, actualmente, entramos en comunión con Dios a través del sacrificio de Jesucristo.
La Nueva Alianza crea una nueva comunión entre Dios y los hombres (Hb 9,12). Esta es una mejor alianza porque el Hijo en la cruz se entrega a sí mismo y a quienes lo aceptan les da el poder de ser hijos del Padre (Jn 1, 12; Gal 3, 26). La última Cena expresa el significado de este sacrificio de Jesucristo (Jn 13, 1) como alimento de su pueblo, ofrece su cuerpo y derrama su sangre por nosotros. “Haced esto en conmemoración mía” nos compromete en permanecer fieles en la continuidad de este acto, que debe permanecer hasta el retorno del Señor (1 Co 11, 26).
El CIC 763 nos dice que “Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo de su «misión». «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras». Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo «presente ya en misterio”.
Gracias por darnos la oportunidad de entrar a sus hogares.