Los Reyes Magos: Un Misterio y una Profecía
El Evangelio de Mateo nos cuenta la historia de los Reyes Magos que vinieron del Este para adorar al niño Jesús recién nacido (Mateo 2, 1-12). Pero ¿quiénes eran exactamente estos magos? La palabra griega "magoi" tiene cuatro significados diferentes, lo que hace que la identidad de los Magos siga siendo un misterio.
En la antigua Persia, la astrología y la astronomía eran prominentes en los tiempos bíblicos. Los magos eran probablemente sacerdotes astrólogos que podían interpretar las estrellas y determinar el significado de la estrella que proclamaba el nacimiento del Mesías.
La visita de los Magos cumplió las profecías del Antiguo Testamento. Balaam profetizó la venida del Mesías marcada por una estrella: "Lo veo, aunque no ahora; lo veo, aunque no cerca: una estrella avanzará desde Jacob y un báculo se levantará de Israel..." (Números 24, 17). El Salmo 72 habla de cómo los gentiles vendrán a adorar al Mesías: "Los reyes de Tarsis y las islas ofrecerán presentes, los reyes de Arabia y Seba traerán tributos. Todos los reyes le rendirán homenaje, todas las naciones le servirán" (Salmo 72, 10-11).
San Mateo registró que los Magos trajeron tres regalos: oro, incienso y mirra. Cada uno de estos regalos tiene un significado profético: oro, el regalo para un rey; incienso, el regalo para un sacerdote; y mirra, un regalo para alguien que moriría.
La tradición más antigua sobre los Magos es inconsistente en cuanto al número. Algunos dicen que eran tres, mientras que otros afirman que eran doce. Sin embargo, desde el siglo VII, la Iglesia Occidental ha identificado a los Magos como Gaspar, Melchor y Baltasar.
Aunque queda algún misterio sobre la identidad de los Magos, la Iglesia respeta su acto de adoración. El Concilio de Trento decretó que "los fieles de Cristo veneran este santísimo sacramento con la adoración de latria que se debe al verdadero Dios... Porque en este sacramento creemos que está presente el mismo Dios que el Padre eterno trajo al mundo..." (Decreto sobre la Santísima Eucaristía, 5).
Al celebrar la Navidad y la Fiesta de la Epifanía, debemos ser conscientes de nuestro deber de adorar a nuestro Señor mediante la oración, la adoración y las buenas obras de sacrificio. San Gregorio Nacianceno predicó: "Sigamos en adoración, y a Él, quien, para salvarnos, se humilló a sí mismo a tal grado de pobreza como para recibir nuestro cuerpo, ofrezcamos no solo incienso, oro y mirra..., pero también dones espirituales, más sublimes que aquellos que se pueden ver con los ojos" (Oratio, 19).