La jerarquía en los primeros siglos de la Iglesia
A pesar de las dificultades causadas por las persecuciones del imperio Romano, la jerarquía de la Iglesia funcionaba de manera muy segura en los primeros tres siglos. Desde el momento en que Jesucristo fundó su Iglesia sobre Pedro, la Roca, como cabeza y lazo de unión entre los apóstoles, la Iglesia era una institución que debía tener una jerarquía como el armazón óseo de su cuerpo.
El Espíritu Santo, que la animaba al principio con sus carismas llamativos, pronto hizo que su carisma principal fuera el de gobierno, mientras que los otros iban disminuyendo, aunque nunca se han apagado del todo en la Iglesia y han estado siempre bajo la mirada vigilante de los obispos y del Papa.
Los cargos en la comunidad
Los cargos en la comunidad eran conferidos desde el principio en un acto de culto por medio de la imposición de manos (Hechos 6, 6; 13, 3; 14, 23; 1 Tim 4, 14; 5, 22; 2 Tim 1, 6). Esto demuestra que no se quería dejar el gobierno a la libre inspiración del Pneuma, sino que se aspiraba a un orden firme.
Los carismas en el primitivo cristianismo
La cuestión de los carismas en el primitivo cristianismo no está todavía del todo aclarada. Había carismas de diferentes clases, incluyendo las gracias extraordinarias (glosolalia, curaciones milagrosas, discernimiento de espíritus) y las gracias necesarias para capacitar a los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores a desempeñar su misión.
No existía ninguna oposición entre carisma y autoridad. Los carismáticos eran requeridos para los servicios de la comunidad, y en particular, la predicación del Evangelio se les confiaba a los dotados del don de lenguas.
La autoridad en la Iglesia primitiva
Iniciada la Iglesia en Pentecostés, se ve por los Hechos de los Apóstoles que ellos, y sólo ellos, tenían la autoridad y eran obedecidos por todos. Pero el Espíritu Santo suscitó además profetas, doctores, apóstoles y evangelistas, que eran ayudantes en las comunidades, predicadores y catequistas itinerantes.
Pedro como cabeza de la Iglesia
Desde Pentecostés, Pedro aparece como cabeza de la Iglesia, como jefe indiscutible e indiscutido. Al saber de manera absolutamente cierta que Pedro fue martirizado en Roma y que allí está su sepulcro, a Roma dirigimos la mirada.
La estructura jerárquica de la Iglesia
El obispo, con plenitud del sacerdocio, era quien gobernaba la iglesia que tenía asignada y quien presidía el culto de los fieles. El obispo dirigía su Iglesia con derecho propio, no delegado del Papa, aunque siempre con los demás obispos en comunión con el Obispo de Roma, sucesor de Pedro.
El obispo tiene la plenitud del sacerdocio ministerial, y es solo él quien puede imponer las manos, es decir, consagrar a otros obispos, sacerdotes y diáconos. El presbítero, al que hoy llamamos sacerdote, lo tuvo el obispo desde el principio consigo; con delegación suya, presidía la Eucaristía y administraba los otros sacramentos.
Los ministerios en la Iglesia antigua
El diácono tenía gran importancia en la Iglesia antigua, aunque después fue perdiendo mucho en sus funciones. Los Patriarcas y los Metropolitanos eran los obispos de las Iglesias principales y con cargos importantes sobre los demás obispados.
El celibato en la Iglesia
¿Eran célibes los dirigentes de la Iglesia? En un principio, ya se ve que no. Los apóstoles, aunque fueran casados, renunciaron a convivir con sus esposas, y en el apostolado llevaban como asistente "una hermana cristiana". Los obispos primeros eran hombres casados, pues no se podía contar con otros. Pero, por decisión propia, y siguiendo el ejemplo y la exhortación del Señor, muchos abrazaron el celibato voluntariamente y se hizo general en los pastores de la Iglesia.
La estructura de la Iglesia desde Jesús
Jesús, buen organizador, dejó su Iglesia bien asentada sobre fundamentos solidísimos. Él es el fundamento y cabeza invisible de su Iglesia (ICo 3,11; Ef 4,15; Col 2,19). Pero edificada sobre una Roca visible, Pedro.