El Anuncio del Reino de Dios
El Reino que Jesús anuncia no es una amenaza, sino luz, salvación, paz, reconciliación. Es un reino que no tenemos que esperar, porque empieza hoy.
La conversión del agua en vino en las bodas de Caná fue el comienzo de muchas preguntas sobre la identidad de Jesús. ¿Quién era este carpintero que tenía tales poderes? ¿Dónde había adquirido tal poder? Jesús no contestó a ninguna pregunta y parecía huir de la admiración que el milagro causó en las gentes.
El Reino que Jesús anuncia es básico en su predicación y en su vida, y a ello dedica su misma vida. A María, su Madre, le comunicó el Ángel del Señor que si ella presta reverente su cuerpo y su persona, Dios vendría a la tierra y el Hijo que ella concebiría sería Rey. María aceptó complacida, silenciosa y alegre, la misión que el Padre le confiaba.
Una Dimensión Religiosa
En Israel, el poder siempre tuvo una dimensión religiosa. Así se aprecia ya en Abraham y en Jacob. La monarquía davídica cumplió las promesas hechas a los padres en la fe. A partir de ese momento, la esperanza de Israel estuvo unida a la realeza de la estirpe de David.
Isaías anuncia que de una virgen nacerá un hijo de rey con características extraordinarias: "un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; sobre sus hombros el imperio, y su nombre será: Consejero admirable, Dios potente, Padre eterno, Príncipe de la paz".
La Espera
La espera se hizo exultante e inminente en los tiempos anteriores a Cristo. "Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén. He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y montado en un asno".
Esta esperanza del reino de Dios se revistió en la secta de los esenios de Qmram de un carácter político y nacionalista, y en los celotes de violenta índole. También era muy fuerte entre los fariseos; todo el pueblo estaba a la espera del reino de Dios.
La Buena Nueva
Jesús anuncia el Reino de Dios como una buena nueva, como una novedad. El componente religioso es claro: deben convertirse, cambiar de mente, depurarse de las deformaciones y estar dispuestos a ver y aceptar en qué modo se manifiesta el cumplimiento de las promesas y la plenitud del reino.
El reino de Dios se traduce en actitudes de acogida con los pecadores, de respeto y reivindicación de las mujeres estigmatizadas, en sanación de los enfermos, en liberación de los "espíritus impuros". La traducción histórica del reino del Padre es la fraternidad entre los seres humanos.
La Propuesta del Reino de Dios
La propuesta del reino de Dios es la expresión de un Dios cercano, que quiere una vida más sana y digna para los seres humanos, especialmente los más pequeños y vulnerables. Y todo aquel que se diga discípulo de Jesús debe entrar en esta lógica de generar una vida más sana, más digna y más justa, especialmente para los más vulnerables y frágiles. En palabras del Papa Francisco, se trata de "cuidar de la fragilidad".