Evangelización católica en Paraguay
En toda América, así como en el Paraguay, la Iglesia católica realizó una grandiosa labor evangelizadora por medio de los sacerdotes franciscanos, jesuitas, dominicos, mercedarios y del clero secular.
REGIO PATRONATO INDIANO
La diversidad política, económica y cultural de la realidad española pudo superarse gracias al catolicismo, que se convirtió -al decir de Rodolfo De Roux- en cemento ideológico de variopinto mosaico. Tan importante era la misión del catolicismo en España que el Estado lo protegió y lo controló como institución. Donde mejor se notó esa dependencia recíproca es en el llamado «Regio Patronato Indiano»; que ubicó a los reyes como «patrones» de la Iglesia en las colonias y vicarios del Papa en los asuntos eclesiásticos.
PACIFICACIÓN Y REDUCCIÓN DE INDÍGENAS
Desde el inicio de la conquista se verificaron levantamientos indígenas, como la conjuración planeada para el jueves Santo de 1539, en la que los españoles debían ser exterminados. El servicio por amistad convertido en trabajo forzoso, rebeló a los guaranicario, así como también a los guarambarenses, tebicuaryenses, guairás y otros. Los chamanes o hechiceros incitaban a su pueblo a la rebelión para el regreso a los montes. Allí donde se implantaba el sistema de encomiendas surgían la rebelión y agitación indígenas, no por el simple hecho de trabajar para el karai o señor, sino por las exigencias y excesos que cometían los encomenderos contra ellos y sus familias.
Los levantamientos indígenas y los aplacamientos violentos por parte de los españoles cubrían gran parte de la provincia cuando en 1575 llegaron al Paraguay fray Luis Bolaños y Alonso de San Buenaventura, primeros misioneros del Río de la Plata. Su contacto con los guaraní trajo algo de alivio a la provincia, tan menoscabada y disminuida a causa de los abusos y la ignorancia.
CLERO SECULAR
Integraban el clero secular aquellos sacerdotes que no pertenecían a ninguna orden religiosa, no estaban sujetos a regla especial alguna ni a otra autoridad inmediata que no fuera la del obispo. Los primeros miembros llegaron con la expedición de don Pedro de Mendoza, en 1536.
Cuando la fundación del fuerte de Asunción en 1537, los clérigos que se establecieron en la ocasión fueron: Francisco de Andrada, primer capellán de Asunción; Juan Gabriel Lezcano, maestro de niños, director del primer coro y autor de una farsa llevada al teatro, y Luis de Miranda de Villafañe, polemista versificador.
También se destacaron los padres Francisco González Paniagua, Martín González, Diego Martínez y otros que actuaron como capellanes de los exploradores de las selvas y los grandes ríos, adoctrinaron a los guaraní y elevaron memoriales y cartas al Rey.
Con el tiempo ocuparon el curato de españoles de la Encarnación, el de los naturales de San Blas y la atención espiritual de la población campesina de los valles y villas de la extensa diócesis del Paraguay. Carlos Penayo de Castro fue el clérigo que mandó construir el templo de la antigua reducción franciscana de Yaguarón en el siglo XVIII. Al padre Antonio Fernández de Valenzuela se deben la población y el templo que lleva su apellido en el departamento de La Cordillera. El padre Juan Amancio González y Escobar, cura de Emboscada, fue el fundador de la reducción de Melodía, en el Chaco.
Es justo destacar que la dirección y enseñanza del Real Colegio Seminario de San Carlos (1783-1823), salvo raras excepciones, estuvieron a cargo de sacerdotes seculares. En la época independiente sobresalieron, entre otros, el doctor Francisco Javier Bogarín, Manuel Antonio Corvalán, José Agustín Molas, Manuel Vicente Moreno, Dionisio Riveros, Hermenegildo Roa, Bartolomé Adorno, además de los beneméritos capellanes de las dos guerras, como el deán Eugenio Bogado, pa’i Ernesto Bogado, pa’i Ernesto Pérez y Egidio Cardozo.
ÓRDENES RELIGIOSAS
Con don Pedro de Mendoza llegaron algunos religiosos Mercedarios y Gerónimos. Recién con la toma de posesión del obispo Pedro Fernández de la Torre, Mercedarios y Franciscanos se establecieron institucionalmente en Asunción.
LOS MERCEDARIOS
Los Mercedarios contaron con un convento e iglesia de la Merced, los que ya existían a la muerte del gobernador Irala en 1557. También poseyeron una estancia en Areguá, donde trabajaban cientos de esclavos de su propiedad. En Asunción se dedicaron a la atención espiritual de los negros, conocidos como «kamba la Mercé». Entre sus principales exponentes se pueden citar al obispo fray Faustino de Casas, fray Miguel de Vargas Machuca, defensor de la doctrina comunera, y los padres Hilario Gómez y Tadeo de la O., destacados representantes de la orden durante los congresos nacionales de 1811 y 1813.
LOS GERÓNIMOS
Los religiosos Gerónimos que llegaron al Paraguay fueron fray Luis de Herrezuelo, Alonso de Medina, Isidro de Castro y un tal fray Cristóbal. En Asunción fundaron el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, de vida efímera. Esta Orden permaneció poco tiempo en Asunción debido a que casi todos sus componentes hicieron causa común con Alvar Núñez Cabeza de Vaca y retornaron a España en la nave «Comuneros» que condujo preso al depuesto adelantado.
LOS FRANCISCANOS
Estos religiosos fueron los que ejercieron más influencia en la vida política, cultural y religiosa del Paraguay. Llegaron al Río de la Plata en 1538 pero no construyeron convento hasta finales del siglo XVI. Figuras descollantes de esta Orden fueron fray Luis Bolaños, Alonso de San Buenaventura, Juan Bernardo, guaireño, muerto por su compromiso cristiano; Gabriel de Guzmán, nieto del gobernador Irala; Pascual de Rivadeneyra y los obispos Martín Ignacio de Loyola, Bernardino de Cárdenas y Pedro García de Panés, por nombrar algunos de los once obispos franciscanos de la época colonial, Fray Luis Bolaños fue el fundador de las reducciones guaraníticas, creador del guaraní escrito y traductor del primer catecismo en dicha lengua.
El obispo Loyola reunió el primer sínodo de Asunción de 1603, de donde surgieron los primeros documentos sociales de la Iglesia paraguaya y se aprobó el catecismo de Bolaños como único y obligatorio para todo el Río de la Plata. También debemos recordar a fray Hernando de Trejo y Sanabria, fundador de la Universidad de Córdoba; fray Fernando Caballero, profesor de la Universidad de Córdoba y fray Basilio López, primer obispo paraguayo de la época independiente.
LOS JESUÍTAS
Aunque los primeros Jesuitas llegaron al Paraguay en 1588, recién a comienzos del siglo XVII se establecieron formalmente en Asunción. En 1607 se erigió la Provincia jesuítica del Paraguay, siendo su primer provincial el padre Diego de Torres Bollo. Emulando la obra misionera de los franciscanos, los jesuitas comenzaron a estudiar la lengua guaraní de Bolaños, para iniciar más tarde la fundación de reducciones.
En materia de educación, la Orden contó con un colegio en Asunción, que sin duda alguna fue el centro de estudios superiores de mayor jerarquía en el Paraguay del siglo XVIII. Además de sus reducciones, la Compañía de Jesús poseyó gran cantidad de tierras de labor y estancias, todas ellas atendidas por esclavos negros de su propiedad.
Entre sus primeros misioneros figuran Tomás Fields, Juan Saloni, Simón Masseta, José Cataldino, Alonso Barzana, Marcial de Lorenzana y Roque González de Santa Cruz. Sobresalieron como cronistas, entre otros, Antonio Ruiz de Montoya, Nicolás del Techo, Pedro Lozano, José Guevara y José Sánchez Labrador.
LOS DOMINICO
La última orden religiosa en llegar al Paraguay fue la de los predicadores, cuyos integrantes son más conocidos como dominicos. Fundaron en Asunción el convento de Santa Catalina Virgen y Mártir, en 1627. El templo de La Encarnación, el primero levantado en la ciudad, fue el centro de sus actividades religiosas y culturales por habérsele cedido como convento a fines del siglo XVII.
El rey Carlos III aprobó el breve del papa Clemente XII que concedía a la Orden de Predicadores la facultad de conceder títulos universitarios a los alumnos de su colegio de Asunción, en 1779. Durante ocho años los dominicos concedieron títulos de bachiller, licenciado y doctor, hecho que constituyó el origen de la universidad en el Paraguay.
Los dominicos no tuvieron a su cargo doctrinas de indígenas como los franciscanos y jesuitas, pero en su estancia de Tavapy -hoy Roque González de Santa Cruz- atendían espiritualmente a los esclavos negros de su propiedad y a la población española de la periferia.
Entre sus principales representantes se encuentran algunos obispos como Alonso Guerra y Reginaldo Lizárraga, además de otros religiosos, entre ellos fray Gabriel Caballero Bazán, Ignacio Orué, Bernardino Enciso y Eduardo Torres, profesor de sagrada teología, todos ellos miembros de la Sociedad Patriótica Literaria.
Iglesia de Villarrica
guaraníes y los españoles, en vez de pacificar a los primeros, los volvían más firmes en sus consignas de «guerra sangrienta a las españoles» y «vuelta a los montes». La población indígena fue diezmada y su economía decayó notablemente. La situación de violencia no favorecía a los encomenderos que perdían «piezas» de trabajo, tampoco a los guaraní que veían reducir sus fuerzas para la resistencia y aniquilados sus «tekoha» o pueblos. Ambos misioneros tomaron contacto con esa realidad y se propusieron pacificar a los indígenas y reducirlos e instalarlos en pueblos. Aunque la pacificación suponía, por un lado, la defensa de la población indígena, por otro, llevaba a sumar indios a las encomiendas.
En un principio, la labor de Bolaños consistió en adoctrinar a los indígenas, enseñarles ciertas normas de higiene de acuerdo a la cultura occidental, suprimir la desnudez, evitar la poligamia y la cohabitación en ranchos o casas sin divisoria alguna así como combatir las supersticiones, la antropofagia y la hechicería, tan opuestas a la doctrina cristiana. De acuerdo con la mentalidad de la época, no se podía pensar en «cristianizar» al indio sin antes lograr «humanizarlo» mediante el sometimiento a una «vida política y humana».
Bolaños iba conociendo a los indios por sus nombres y palpaba sus miserias y explotaciones. Con dedicación y empeño fue perfeccionando su guaraní a fin de conocer la cultura y las creencias religiosas de los indígenas. Tradujo al idioma autóctono las oraciones o «rezos» así como también el catecismo limense. Entretanto, los levantamientos armados engendraban nuevas revueltas en las que -con firmeza- los chamanes o hechiceros llamaban a su gente a una vuelta a su «teko yma», o modo antiguo de ser.
Uno de los tantos levantamientos ocurridos en los pueblos de «río arriba» llevó a Bolaños y a Alonso de Buenaventura a las provincias del norte, en las tierras de los indígenas guarambarenses, tobatines e itatines, donde con buen trato y medios persuasivos, lograron aquietar los ánimos y librar a los nativos de sus «supersticiones, males y abusos que tenían»
Con las reducciones franciscanas y luego las jesuíticas acabaron los levantamientos indígenas al deponer estos su actitud hostil frente a los extranjeros. No obstante, ellos mantuvieron una resistencia pasiva ante la religión y la cultura occidentales impuestas. Necker sostiene que la ociosidad, la embriaguez, el robo, la dejadez, la fuga, el apego a los valores autóctonos son muestras pasivas de la resistencia indígena. Pero pese a las fugas, las epidemias y los malos tratos, las reducciones consiguieron estabilizar la población indígena, lo que no fue posible en lugares donde los religiosos no contaron con dicha organización.