La descendencia de Cristo a los infiernos
El credo de los Apóstoles menciona la descendencia de Cristo a los infiernos, un tema que se refiere a la separación del cuerpo de Jesús después de su muerte. El Cuarto Concilio Lateranense del año 1215 definió esta doctrina como una verdad de fe.
El término "infierno" se refiere al lugar de espera de las almas de los justos antes de que Cristo se hiciera carne. Entre la multitud de justos allí esperando la salvación estaban San José, los patriarcas y los profetas. Todos necesitaban la salvación de Cristo para poder ir al cielo.
La Sagrada Escritura menciona esta doctrina en varias ocasiones: Hechos 2,24; 2,31; Filipenses 2,10; 1 Pedro 3,19-20; Apocalipsis 1,18; Efesios 4,9. Los padres de la Iglesia, como San Justino, San Ireneo, San Ignacio de Antioquía, Tertuliano, San Hipólito y San Agustín, también enseñaron esta doctrina.
Según Santo Tomás de Aquino, el propósito de Cristo en descender a los infiernos fue liberar a los justos aplicándoles los frutos de la Redención (Suma Teológica III, 52, 5). El Catecismo de la Iglesia Católica también enseña que Cristo descendió a los infiernos para liberar a los justos.
El significado del descenso de Cristo a los infiernos
El descenso de Cristo a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares.
Cristo bajó a la profundidad de la muerte para que los muertos oyeran la voz del Hijo de Dios y los que la oyeran vivieran (Efesios 4,9). Jesús, el Príncipe de la vida, aniquiló al señor de la muerte, es decir, al diablo, y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud (Hebreos 2,14-15).
La liberación de los justos
Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades (Apocalipsis 1,18) y al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Filipenses 2,10). En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.