¿Por qué la apologética es importante para los católicos?
La apologética es la parte de la teología que busca explicar lo que creemos y hacemos como católicos y, asimismo, expone los errores para proteger la integridad de la fe.
La soberbia mata la apologética
Es fundamental evitar toda clase de soberbias y egos individuales. La apologética que te lleva a ser soberbio no es apologética. La humildad es esencial para un buen apologista, como lo fue el Señor (Mt 11, 29), y la astucia, como serpiente (Mt 10, 16). Nadie lo sabe todo, por eso cada día debemos estudiar y meditar las Escrituras, los padres de la Iglesia y el magisterio.
Recordemos que el Señor nos dio este carisma, este don especial e inusual de defender la fe para usarlo adecuadamente y no para presumir de Él. Nosotros somos instrumentos del Señor. Él es quien mueve los hilos y quien convierte. Nosotros sólo ponemos un granito de arena, enseñándoles lo poco que sabemos.
La verdad no depende de uno, pues la verdad es Dios mismo, Jesús se presenta como el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA (Jn 14, 6). Por lo tanto, no se discute la persona, sino la verdad que sigue. Encontramos 45 mil Iglesias protestantes que dicen tener la verdad, pero sin demostrar nada más que 45 mil supuestas verdades.
La contradicción de interpretación de los protestantes y la confusión de FE son otros obstáculos para la unidad. Además, la nueva era que refiere a una espiritualidad sin Dios o un dios según caprichos personales, y varios mini sectarios o cismáticos que siguen llamándose católicos, tradicionalistas, sedevacantistas, lefebreristas o veterocatólicos, desobedeciendo la autoridad de la Iglesia y el papa.
La patrística es una etapa del cristianismo de los primeros siglos que consistió en la elaboración doctrinal de las creencias religiosas cristianas y su defensa apologética contra los ataques de las religiones paganas primero y sucesivamente de las interpretaciones que dieron lugar a las herejías. Los padres de la Iglesia de los primeros siglos, como Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Papías de Hierápolis, Policarpo de Esmirna y los autores de la Didaché, la Carta a Diogneto y el Pastor de Hermas, nos brindan un ejemplo de cómo defender la fe.
San Justino, un laico del Segundo siglo del cristianismo, escribió: "A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó."
Al igual que San Pedro, "El conocimiento es más que creer en lo correcto." (1 Pe 1, 5). "ESTAD SIEMPRE DISPUESTOS A DAR RAZÓN DE VUESTRA ESPERANZA" (1 Pe 3, 15). La esperanza es la de Jesús, el Verbo encarnado.
Como católicos, tenemos el mandato de proclamar la Buena Nueva a toda la creación (Mc 16, 15-20). Se nos apareció Jesús y les dijo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará." (Mc 16, 15-16)
Nos despedimos con una oración.
Señor, me llamas a dedicarme a predicar tu Evangelio. ¡Qué privilegio el poder contribuir en la extensión de tu Reino! Para lograrlo, necesito aumentar mi fe y mi caridad, por ello te pido que esta oración sea el medio para fortalecer mi convicción de ser un auténtico discípulo y misionero de tu amor.