La Fe en la Prueba
Hace poco asistí a una misa en la que vi una pareja de esposos con un niño tetrapléjico en silla de ruedas. A pesar de la situación del niño, los padres estaban viviendo la misa de manera admirable, se veía que sentían a Dios en sus vidas. Me puse a reflexionar sobre la diferencia de mis preocupaciones y las veía diminutas y banales. Me preguntaba si estaría segura de mi fe si fuera ellos.
Vivir circunstancias como esas nos pone a prueba y nos hace ver a Cristo amando su cruz con humildad. Es inspiración para quienes los rodean y les recuerda la importancia de la reflexión en nuestras vidas. ¿Qué es lo que nos aleja de Dios?
Los seres humanos somos complejos y a veces pensamos cosas contradictorias como: ¿Por qué Dios permite que suceda esta monstruosidad? Al mismo tiempo, nos decimos: ¿Por qué si Dios es un Dios de amor existe el infierno?
Dios es un Dios de amor, pero también de justicia. Escuché a un sacerdote decir que debe existir el infierno para personas como Hitler, para que no se salgan con la suya. Pero al mismo tiempo, Dios nos dice: “¡Oren por los que los persiguen!”
Somos seres libres en este mundo y esa libertad ha traído consecuencias. Muchas de nuestras enfermedades son las causas de nuestros propios méritos. Los pecados capitales pueden ser las raíces de nuestra falta de salud: la ira, la gula, la lujuria. Como decía San Felipe Neri, “Muchas veces los hombres son los carpinteros de sus propias cruces.”
En los casos opuestos, cuando estamos libres de culpa como Cristo, Él nos ha mostrado que estos pesares deben ser entregados al Padre con humildad, aun sin entenderlos. Jesús exclama: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”
Una abeja no entenderá el proceso químico de la fabricación de la miel, pero sabe que es su función y lo realiza. ¿Cómo pretendemos entender la magnitud de Dios en nuestros pequeñísimos cerebros y querer ver las intenciones de un ser omnipotente?
La vida en este mundo no es todo, pero es importante para nuestro crecimiento y para lograr hacernos merecedores del reino de nuestro Padre amado. Todos sabemos que las cosas más difíciles cuestan, y muchas veces somos capaces de sacrificarnos por dietas, cirugías estéticas, deporte; pero cuando se trata de nuestras almas, que es lo que perdura en la eternidad, nos volvemos mezquinos.
Hermanos, podemos cambiarlo todo con Él a nuestro lado. Procuremos convertir esa preocupación en nuestra salvación. Si Dios permite que vivamos circunstancias dolorosas, es para bien. Y que ese bien sea alcanzado siendo muy ruidoso para que pueda llegar a oídos de todos los que nos rodean, y que les sirva de salvación también a ellos.
- Benaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consuelo (Mateo 5, 4).