Santos en el Cielo
“Sean santos, porque yo soy santo.»
I Pedro 1, 16El dia de hoy En Rincón de Apologética Católica. Continuaremos con el siguiente tema, que tiene por titulo” Santos en el Cielo”.
Primero vamos a ver quienes son los santos:
Como bien sabemos, Todos fuimos creados por un solo Dios para ser santos, en la tierra y entonces plenamente en la eternidad en el cielo. Perdimos la vida de gracia por el pecado, pero Jesucristo nos reconcilió con el Padre por medio de la Cruz. Por el bautismo recibimos los méritos de Cristo y somos liberados del pecado e injertados en Cristo para ser Hijos de Dios y participar de su santidad. San Pablo usa la palabra «santos» para referirse a los fieles (2 Cor. 13,12; Ef. 1,1)
Para nosotros los católicos, los santos son quienes han intentado llevar una vida conforme al Evangelio y aunque no necesariamente perfecta en cuanto al pecado y a la fragilidad, son los que han vivido de forma radical y ejemplar la fe en Jesús y el amor a los demás. Como bien lo dice el Apóstol San pablo 1 Timoteo 1, 16 «Sigan ustedes mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo Jesús».
Ahora veamos que es el cielo según la biblia y el magisterio de la iglesia católica:
La definición del Cielo que nos da el Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1023-1029, 1721-1722:
«El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la última meta del inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es.»
En la bíblia el «cielo», cuando va unido a la «tierra», indica una parte del universo. A propósito de la creación, la Escritura dice: «En un principio creo Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1).
Como bien explicamos al inicio, los Santos son las personas que han llevado una vida conforme al evangelio esas personas la nuestra madre la iglesia católica los recuerda porque «a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron.» Apocalipsis 6, 9.
Ahora bien, ¿si solo Dios es santo. Como puede haber muchos santos?
Para responder esta pregunta citaremos 1 de pedro 1, 16, donde nos invita a la santidad, «de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo.»
Santo Tomás nos recuerda, bonum diffusivum sui, es decir, el bien tiende a repartirse. Dios, que es el único Santo, nos regala generosamente su santidad a manos llenas: seréis santos como yo soy santo (Lev 19,2). Cristo se entregó por su esposa la Iglesia para santificarla y hacer de ella una nación santa, pueblo adquirido por Dios (1P 2,9). Como dice el Catecismo, “al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores” (Catecismo de la Iglesia Católica 828).
San Atanasio contra el mundo Por ello, los santos y especialmente la Virgen, que es la Reina de todos ellos, son una gracia para la Iglesia y para cada uno de nosotros. Dios nos los da como compañeros, hermanos, ejemplos, intercesores, amigos, protectores y maestros. En ellos, se nos manifiesta Cristo: quien os escucha, me escucha a mí (Lc 10,16), de manera que nosotros, que vivimos dos mil años después de la vida terrena de Jesús, podemos contemplar humanamente a nuestro Señor en aquellos que, fieles a la obra del Espíritu Santo, reflejan su Rostro y tienen los mismos sentimientos de Jesús (Flp 2,5). Ellos son los amigos de Dios, los que glorifican al Cordero en su trono celeste, los que oran incesantemente por nosotros (cf. Ap 5,8).
¿Nosotros también podemos ser santos?
En el concilio Vaticano II, en la Constitución «Lumen gentium», todo el capítulo V está dedicado a la vocación universal a la santidad. Y dice en concreto: “Quedan invitados, y aun obligados, todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado” (Lumen gentium n° 42).
El mismo Catecismo de la Iglesia Cató1ica nos habla en este sentido: «Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana» (Cat 2028). «Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad» (Cat 825).