La eutanasia
«`Hoy en día la eutanasia es propagada como una forma de evitar el sufrimiento humano frente a complicaciones de salud que se pueden considerar excesivamente graves; tal vez muchos en este punto recuerdan un caso muy sonado en la actualidad de una joven holandesa llamada Noa Pothoven quien a los 17 años solicitó su muerte asistida a causa de un grave trauma.
Sin embargo en palabras del Papa Francisco “La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos» y así lo afirmaba en su momento el Papa Emerito Benecito XVI “La verdadera respuesta no puede ser la de provocar la muerte, por más dulce que sea, sino testimoniar el amor que ayuda a afrontar el dolor y la agonía de manera humana”, de ahí que estas palabras resultan tan importantes pues tienen su debido fundamento en la doctrina de la Iglesia Católica.
El Catecismo de la Iglesia Católica desde su numeral 2276 al 2279 nos habla de forma clara sobre el tema, así en los numerales 2276 y 2279 encontramos que una vida que se encuentra “disminuida o debilitada” debe ser recibir las atenciones necesarias para que puedan llevar una vida lo más normal posible, estos cuidados o atenciones no deben ser interrumpidos en casos en donde la muerte es inevitable pues constituye “una forma desinteresada de caridad” sin embargo cuando se pone fin a la vida de estas mismas personas enfermas o moribundas constituye una eutanasia directa (Catecismo 2277) la cual consideramos inaceptable tanto así que es equiparable al nivel de un homicidio y una falta de respeto al Dios vivo pues así se afirma en el primer libro de Reyes y en el libro de Deuteronomio:
“Yahvé es quien da la muerte y la vida; Él conduce al sepulcro y levanta de él“ 1 Samuel 2,6
“Ved ahora que soy Yo, y solo Yo, y no hay dioses junto a Mí;Yo soy quien doy la muerte
y doy la vida; Yo hiero y Yo sano, y no hay quien se libre de mi mano” Deuteronomio 32,39
Sin embargo es posible interrumpir tratamientos cuando se utilizan terapias o procedimientos que ya no pueden curar al paciente, sino simplemente prolongan su vida mediante la utilización de terapias que se pueden considerar onerosas, pesadas, desproporcionadas y peligrosas. Para esto si el paciente tiene la capacidad puede tomar la decisión o sino sus representantes legales teniendo en cuenta que se debe respetar «la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente» (Catecismo 2278).
Lo anterior se complementa en la encíclica publicada por el Papa San Juan Pablo II titulada EVANGELIUM VITAE a partir del numeral 64:
“En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurando de modo anticipado y poniendo así fin « dulcemente » a la propia vida o a la de otros. En realidad, lo que podría parecer lógico y humano, al considerarlo en profundidad se presenta absurdo e inhumano. Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la « cultura de la muerte », que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una de Dios frente al sufrimiento? ¿porque muchas personas deben llevar su propio calvario y sufrir de esta manera? podemos encontrar una luz si nos fijamos en algunas revelaciones privadas.
El Padre Carlos Cancelado nos cuenta una historia de una visita de un alma del purgatorio la cual afirmó ser condenada a 30 años de purgatorio, Dios en su misericordia quiso librarle de la pena del purgatorio a causa de su enfermedad larga y penosa convirtiéndola al final en un ser vegetal, Dios le había dicho que en 3 meses ella dejaría este mundo para ir al paraíso, porque su purgatorio lo habría pagado en la tierra, sin embargo la familia de esta alma la desconecto no permitiéndole terminar la misericordia de Dios y por lo tanto lo que le hizo falta debía pagarlo en el purgatorio. Al respecto el mismo Padre Carlos Cancelado afirma que “Las enfermedades nos ayudan a librarnos de la pena del purgatorio, porque purgamos nuestros pecados, nuestras deudas”. Otro testimonio muy interesante lo podemos encontrar en la difunta Maria Simma quien cuenta que en el año de 1954 tuvieron lugar un derrumbes sobre un pueblo cercano donde ella vivía, causando grandes pérdidas, sucediendo otras avalanchas con dirección al pueblo donde ella vivía, pero de forma milagrosa se detuvieron sin causar algún daño o pérdida. Las almas de purgatorio dijeron a María que en aquel pueblo vivía una mujer la cual estuvo enferma durante 30 años y todo ese sufrimiento los había ofrecido por el bien del pueblo.
Otra historia muy interesante se nos da a conocer por medio de Sor Úrsula Benincasa fundadora de la orden de las teatinas. Se dice que asistía a su hermana a punto de morir, y esta sentía un horrible miedo al purgatorio. Santa Úrsula pidió a Dios que le perdonara y la hiciera sufrir a ella en su lugar. El Señor aceptó su oración y enseguida la liberó de las penas del purgatorio, en su lugar Santa Ursula debió sufrir terribles dolores que tuvo hasta el dia de su muerte.
Así pues el sufrimiento que llevamos en la tierra, por la bondad infinita de Dios nos puede conducir a gozar del paraíso, permitiéndonos llevar un sufrimiento que padezcamos en este mundo pago de nuestras culpas. Al respecto podemos recordar lo que dice San Pablo en su carta a los Romanos:
“Estimo, pues que esos padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros“ Romanos 8, 18
Más aún estas palabras hacen eco si tenemos en cuenta la pasión de nuestro Señor Jesucristo por el perdón de todos nuestros pecados, ese amor tan infinito que lo llevó a sacrificarse por nosotros, ofreciéndose a padecer todo tipo de vejámenes por puro AMOR.
Así pues debemos llevar con paciencia y oración nuestras enfermedades y sufrimientos recordando cual deben ser las actitudes un buen Cristiano, tal como lo expresa el comité para la defensa de la vida (Conferencia episcopal española) en su texto sobre la eutanasia:
“Todos los cristianos podemos y debemos coadyuvar con nuestras palabras, nuestros actos y nuestras actitudes y recrear en el entramado de la vida cotidiana una cultura de la vida que haga inadmisible la eutanasia. En particular, y a título meramente de ejemplo, todos podemos ayudar a esa inmensa tarea:
a) Aceptando el dolor y la muerte, cuando nos afecte personalmente, con la visión sobrenatural propia de un católico que sabe que puede unirse a Cristo en su sufrimiento redentor y que, tras la muerte, nos espera el abrazo de Dios Padre;
b) Ejercitando según nuestros medios, posibilidades y circunstancias, un activo apoyo al que sufre: desde una sonrisa hasta la dedicación de tiempo y dinero mil cosas podemos hacer para aliviar el dolor ajeno y ayudar al que lo padece a sacar amor y alegría honda de su dolor, y no odio y tristeza;
a) Rezando por los que sufren, por quienes los atienden, por los profesionales de la salud, por los políticos y legisladores en cuyas manos está legislar a favor de la eutanasia o a favor de la dignidad del que sufre. La oración es el alma más poderosa y eficaz con que contamos los cristianos;
c) Facilitando el surgimiento de vocaciones a las instituciones de la Iglesia que por su carisma fundacional están específicamente dedicadas a atender a la humanidad doliente y que constituyen hoy – como hace siglos – una maravillosa expresión del amor y el compromiso práctico de la Iglesia con los que sufren;
d) Acogiendo con amor sobrenatural, afecto humano y naturalidad en el seno de la familia a los miembros dolientes, deficientes, enfermos o moribundos aunque eso suponga sacrificio;
e) Estando presentes en los medios de comunicación social y demás foros de influencia en la opinión pública para hacer patentes nuestras convicciones sobre el dolor y la muerte y nuestras alternativas a la eutanasia homicida: cartas al director, llamadas telefónicas, estudios médicos, conferencias, etc.;
f) Votando, en los procesos electorales de nuestro país, con atención responsable hacia la actitud de cada partido político ante cuestiones como la familia, la sanidad, la política respecto a los minusválidos y la tercera edad, la eutanasia, etc.; los médicos, enfermeras y demás profesionales sanitarios, promoviendo un tipo de Medicina y de asistencia hospitalaria realmente centradas en el enfermo, en el trato digno al paciente”.