¿Qué son los carismas?
Por carisma siempre se ha entendido el término paulino de “gracias especiales (llamadas «carismas»), mediante las cuales los fieles quedan «preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia.
Los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente, una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.”
Un carisma por tanto es una gracia especial que el Espíritu Santo dona para el bien de la Iglesia. No existe una clasificación de carismas y así los hay de diversos tipos.
Pero los elementos esenciales que los conforman serán siempre los dos siguientes: provienen del Espíritu Santo y se dan para la edificación de la Iglesia.
El primero y principal don que recibe la Iglesia es el don personal del mismo Espíritu Santo (Rom 5,5; 8,15…) que nos ha sido merecido por Jesucristo, don también del Padre (Jn 3,16). Ese don increado del Espíritu produce como consecuencia inmediata la caridad, calor de su fuego (1 Cor 12,31. 14).
San Pablo nos ha ofrecido varias clasificaciones de carismas (Rom 12,6 ss.; 1 Cor 12; Ef. 4,11 ss.). Evidentemente, no quieren ser exhaustivas. Es empeño inútil e imposible tratar de hacer por eso un esquema rígido dentro del cual cupiese toda la infinita dinámica del Espíritu.
Pero sí que nos indica claramente:
1° que todo en la Iglesia es don por parte de Dios; los diversos ministerios también, empezando por el apostolado estricto de los doce y de Pablo (1 Cor 12,28; Ef. 4,11), y de la jerarquía que les sucede (1 Tim 1,18; 4,11-12; 4,16);
2°: que todo carisma, por personal y particular que quiera pensarse, es, directa o indirectamente, para la común utilidad de la Iglesia (1 Cor 12,7), para la edificación del cuerpo de Cristo (1 Cor 14; Ef. 4,12; cfr. 1-Pet 4,10);
3°: que el Espíritu los distribuye libérrimamente, como quiere y a quien quiere (1 Cor 12,11; Ef. 4,7).
El punto principal de este tema e ir descubriendo cuál es el carisma o la gracia que Dios nos ha dado, pues esta es para la edificación de la Iglesia y de los hermanos.